En un principio se atraen porque cada uno aprecia en el otro lo que no posee.
Sin embargo, casi desde el primer día esta pareja vivirá un conflicto permanente por la autoridad, con disputas continuas.
Los dos son poderosos y tienen ideas distintas sobre lo que debe ser una relación.
Ambos necesitan la admiración del otro pero al mismo tiempo no son capaces de demostrársela.
Al dragón le encanta soñar con nuevas ideas pero el buey se siente molesto si no obtiene resultados inmediatos.
Cuando lleguen tiempos difíciles el buey, que es terco, hará que la relación sea agotadora.
El buey actuará metódicamente y pasará el tiempo tratando de organizar mientras que el dragón volverá a desorganizarlo todo. Le fascinará el brillo del dragón pero le será imposible conseguirlo.
El dragón por su parte, se aburrirá con la lucha permanente por el poder y con la vida monótona a la que le somete su pareja.
Todo ello hará que tengan poco diálogo y acaben en incomunicación total.
No obstante, si desean mantener la relación tendrán que definir los roles de cada uno y respetarse mutuamente.
El dragón tendrá que armarse de paciencia para suavizar las situaciones críticas que el buey provocará.
Si pueden cumplir estas condiciones y son capaces de reconocer las cualidades del otro, quizás haya esperanza.